
Un vuelo hacia lo desconocido
Al llegar a Puerto Rico, los seis miembros del equipo que dejaron de trabajar súbitamente para incorporarse a la misión sabían bien poco lo que iban a encontrarse. Algunos habían trabajado anteriormente como voluntarios en zonas afectadas por desastres. La mayoría de ellos nunca lo habían hecho. Todos quedaron inmediatamente abrumados por el alcance de la devastación.
Miles de edificios, incluidos hogares, hospitales y escuelas, completamente destruidos. Puentes derrumbados. Enormes parcelas de valiosas tierras agrícolas inundadas. Y una alarmante escasez de agua, comida, gas y electricidad.
Tal como recuerda Nate Warren, ingeniero de ventas de Xylem, «un hombre del lugar nos explicó que hacer funcionar su generador en casa durante solo dos horas al día le costaría 450 dólares al mes. A mí me resulta asombroso. El hecho de que esta gente, cuyos medios de subsistencia habían desaparecido por completo, y cuyas cosechas habían quedado diezmadas, ahora tenían que hacer frente a un gasto adicional de 450 dólares al mes solo para tener energía eléctrica durante dos horas al día, era inconcebible».
Resiliencia frente a la adversidad
A pesar de las condiciones, Nate y el equipo quedaron asombrados ante la resistencia de las comunidades afectadas en el momento en que llegaron a Puerto Rico. Incluso ante unos daños estimados de aproximadamente 100.000 millones de dólares, su determinación para reconstruir la zona nunca flaqueó.
«Hubo algo que me dejó realmente anonadado en las escuelas que visitamos. Aunque no hubiera agua corriente potable ni electricidad, los profesores se esforzaban muchísimo por mantener una vida normal y divertirse con los niños. Todos los niños que todavía conservaban sus uniformes los llevaban. Todo el mundo hacía todo lo posible para seguir adelante con su vida cotidiana aunque se viesen privados de todo».
«Ver lo unidos que estaban fue realmente revelador».
Otra cosa que el equipo apreció fue cómo se movilizaron las comunidades mientras esperaban la ayuda: gente que se había quedado sin nada encontró tiempo para ayudar a otras personas necesitadas.
En una comunidad montañosa, donde cientos de personas quedaron atrapadas en sus hogares, el ingeniero superior de aplicaciones Hunter Powell describe lo alentador que resultó ver a un grupo de jóvenes del lugar tomar la iniciativa y cocinar almuerzos gratuitos para hasta 400 personas al día, utilizando únicamente material de camping.
«Cocinaban arroz, alubias y carne, todo lo que pudiesen para la gente. Ver lo unidos que estaban fue realmente revelador».
«Cuando estudias una comunidad para ayudar, piensas en la manera en que el proyecto ayudará a la gente de ahí en adelante. Tiene que ser una plataforma sostenible».
- Nick Hill, presidente ejecutivo de Planet Water Foundation
«Teníamos toda clase de agua, excepto agua limpia, hasta el momento».
- Benjamin Marrero, Barrio San Lorenzo, Morovis

Levantando torres
Tras el huracán, algunos residentes pudieron disponer de agua embotellada procedente de donaciones, aunque lo que de verdad necesitaban era agua corriente. Otros menos afortunados estaban tan desesperados por conseguir el líquido vital que recurrieron a beber fuentes contaminadas.
Nuestro equipo de voluntarios tenía la tarea de construir doce torres de agua, cada una de ellas capaz de abastecer a 1000 personas con 10.000 litros de agua potable cada día.
Una lección de humildad increíble
Según el director de Tratamiento, Mainor Vega, «La reacción de los lugareños fue increíble. Llegaron a organizar grandes fiestas con un sacerdote que bendecía la torre y con niños cantando al 'agua'. Nos dimos cuenta de lo que el agua limpia significaba para ellos».
Uno de los últimos lugares donde trabajó nuestro equipo fue en una parte bastante aislada de la isla cuyos habitantes esperaban la llegada de ayuda desesperadamente.
Nate cuenta que «había un centenar de personas haciendo cola con botellas vacías, observándonos trabajar. La construcción de esa torre fue la más rápida que hemos hecho nunca. A pesar de lo necesitados que estaban, los habitantes nos dieron más comida de lo que podíamos comer».
«Tendemos a pensar que el agua es algo seguro. Somos unos privilegiados por vivir en Estados Unidos. Pero cuando viajas a otro país que no tiene tanto y que lo poco que tiene, lo ha perdido, es una lección de humildad ver la enorme gratitud y la emoción que sienten al recibir un elemento tan básico para la existencia humana.
Ver de primera mano toda esa destrucción me ha ayudado a valorar más lo que tenemos».
Uno de los últimos lugares donde trabajó nuestro equipo fue en una parte bastante aislada de la isla cuyos habitantes esperaban la llegada de ayuda desesperadamente.
«Hay pueblos de hasta 15.000 habitantes que no tienen electricidad. Y les han dicho que no lo tendrán hasta el año que viene como muy pronto. Por este motivo, han tenido que abandonar sus casas, sus coches y sus perros. Muchos han tomado un avión hasta Miami para irse con familiares, han tenido que abandonar Puerto Rico. «Ver de primera mano toda esa destrucción me ha ayudado a valorar más lo que tenemos».
«Después de ver cómo lo perdíamos todo, nos habéis traído ese don de la madre naturaleza, gratis y de una forma sostenible. Sois ángeles».
- Ixa, estudiante de segundo de Bachillerato
«Nos ha emocionado el trabajo de los voluntarios: su compromiso y su esfuerzo. Sin ellos hubiera sido difícil conseguirlo».
- Nick Hill, presidente ejecutivo de Planet Water Foundation

Mirando al futuro
En dos meses, las comunidades en las que se instalaron torres de agua habrán recuperado un cierto nivel de independencia. Con un abastecimiento de agua limpia y segura, ya no tienen que depender del agua embotellada.
Aunque la isla solo está iniciando su camino hacia la recuperación, algunos puertorriqueños encuentran consuelo en cómo este episodio catastrófico ha unido a la comunidad.
«En algunas partes del mundo, la revolución comienza con armas. Aquí esperamos que la revolución haya comenzado con el huracán».
Los residentes hablaban sobre cómo el huracán puede propiciar algunos resultados positivos a largo plazo, ya que ha sacado a la luz problemas preexistentes y ha unido comunidades.
«Había problemas antes del huracán», explica Richard Barg, director de desarrollo de mercado de Canadá. «Una gran cantidad del agua no era buena. El desastre ha sacado a relucir algunos de estos problemas, y ahora la gente intenta convertir este lugar en un lugar mejor. Tal como me dijo una persona del lugar: «En algunas partes del mundo, la revolución comienza con armas. Aquí esperamos que la revolución haya comenzado con el huracán».
«El sentimiento de desesperación entre las comunidades quedó relevado por la determinación de tomar las riendas de la situación».
- Nick Hill, presidente ejecutivo de Planet Water Foundation
